Los incendios son la noticia de estas semanas y ya en nuestra columna anterior nos referimos a aspectos a considerar, como la prevención, la parte cultural, la sequía y los monocultivos bonificados que enriquecieron a algunos. Y este tema tiene más aristas. Entre ellas la histórica.
Los actuales incendios no son los primeros y posiblemente no sean los más grandes del país. Cuando los españoles se encontraron con la resistencia de los Mapuche al cruzar el Maule, y como estos se escondían en el bosque, la estrategia fue incendiar ese bosque. Cuanto quemaron no se sabe. Esta estrategia continuó más hacia el sur e igual las quemas fueron parte de las formas de despejar terreno para la colonización. Tal vez la más famosa fue el incendio de bosques de la zona de Llanquihue encargado por Vicente Pérez Rosales para la colonización alemana. Dicen que ardió toda una provincia. Y luego por cierto están las sobre tres millones de hectáreas incendiadas en la Patagonia, principalmente en las décadas del 30 al 50 y que en la Región de Aysén significo la quema de la mitad de su bosque original. Estas quemas nuevamente fueron para la colonización e incentivadas por el Estado mediante lo que se llamó “las leyes de quema”. Las consecuencias de estos incendios fueron múltiples y duran hasta hoy. Pérdida de biodiversidad, erosión, embancamiento de ríos, empobrecimiento. ¡Solo en el valle de Emperador Guillermo, se erosionaron y fueron al fiordo Aisén alrededor de un metro de grosor del suelo! Se supone en nuestra región hay alrededor de un millón de hectáreas que requieren urgente reforestación. En décadas pasadas, cada verano se seguían quemando bastantes más superficie que aquella reforestada. Tras los esfuerzos reforestadores de Conaf de la década de los setenta, recién a fines de los ochenta aumenta otra vez algo la superficie con la llegada de Mininco, atraída por los bajos precios de los terrenos y la bonificación. Barrera de precios que les complicaba expandirse más al norte, utilizando ahora terrenos habitualmente quemados y degradados por una ganadería empobrecida a causa de la erosión. Todos esos años el argumento fue que en vista de la gran cantidad de superficie y urgencia de reforestar, daba lo mismo se utilizase especies exóticas como los pinos. Hoy en día, tenemos ya alguna de esas especies convertida en invasiva y hace no mucho nos percatamos de su influencia en la sequía. Y de su inflamabilidad nos convencimos en el Divisadero el verano pasado.
Cierto, los incendios esos históricos, no amenazaron ni quemaron a ciudades enteras como los actuales, ni perdieron tal vez la vida tantos brigadistas, bomberos y carabineros como ahora. Tampoco quemaron “solo” parques y reservas nacionales como en los últimos años, ni hubo apoyo internacional. Tras el famoso incendio de Valparaíso de hace algunos años ¿recuerdan que se hizo toda una evaluación y llamado de atención sobre el riesgo que corría un sinnúmero de urbes vecinas de plantaciones de pinos y eucaliptus? ¿Acaso tras la advertencia del incendio del Divisadero en nuestra región se tomaron medidas para aminorar ese tipo de riesgos? Así como se ha gastado una fortuna en los diques y canales ubicados en sus laderas ¿Se ha hecho algo respecto al manejo de sus plantaciones y riesgo de incendios? Pareciera nos gusta vivir en riesgo y hasta fabricarnos algunos nuevos . Como ocurre también con el proyecto Rio Cuervo (en ese caso otro tipo de riesgo).
En segundo lugar, nos ha llamado mucho la atención de como los actuales mega-incendios han provocado todo tipo de hipótesis de conspiración, campañas de falsedades y un nivel nunca visto de descalificaciones y de mala intención, insultos, falta de respeto a la Presidenta, politiquería sucia y mezquindad. En esto da la impresión de que la llegada de Trump al poder imperial les ha dado ínfulas a muchos como para caer al mismo nivel de racismo, discriminación y maltrato con nuestros semejantes y las mujeres. No faltaron además, quienes piden la renuncia de la Presidenta y el Estado de Sitio ¡Son los mismos que llevan décadas propugnando disminuir el poder del Estado y ahora exigen que ese Estado sea fuerte! ¡Ahora quisieran una Conaf potente y resulta que le niegan presupuesto y llevamos décadas con su institucionalidad inviable y desfinanciada, y años esperando se dignen en legislar los nuevos servicios Forestal y de Biodiversidad y Áreas Protegidas! Recién ahora escuchamos unos tímidos anuncios de prevenir incendios en la radio; la misma que dispone de al menos catorce horas a la semana para comentar el futbol. Asombra como se roba la película el supertanker en un país que tiene aviones para defenderse de sus “enemigos” pero no para la seguridad interna y mientras los mártires humanos y voluntarismo pasan casi anónimos. Y del daño a la biodiversidad, animales domésticos y naturaleza ni hablar. Es parte del incendio en el alma a que se refiere el Padre Berríos.