Por qué es tan importante la nueva Encíclica papal sobre el medio ambiente

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Por qué es tan importante la nueva Encíclica papal sobre el medio ambiente

Ely OrregoGran expectación ha generado el lanzamiento de la Encíclica Laudato sii (Alabado seas). Sobre la protección de la casa común, del Papa Francisco, que será publicada el 18 de junio y se referirá a la protección del Planeta. Al mismo tiempo que la máxima autoridad de la Iglesia Católica impulsa esta Encíclica –justamente usando su rol de líder del estado Vaticano, pero mucho más su rol de líder espiritual–, la crisis climática se hace más palpable, afectando fuertemente a diversas regiones del mundo.

Desde la ciencia está claro que necesitamos bajar drásticamente las emisiones de estos gases para poder garantizar que la temperatura promedio de la Tierra no aumente más que 1,5 o 2 grados, ya que eso tendría consecuencias devastadoras para todos los habitantes de nuestro Planeta, incluyendo la especie humana.

Ejemplo de esto son los casos en India donde murieron más de mil personas por causa de una ola de calor sin precedentes. California sufre una sequía prolongada que afecta el abastecimiento de agua. Las guerras en el Medio Oriente también tendrían parte de su causa en la falta de este vital elemento. Y en Chile son claros los efectos en las inundaciones sorpresivas en el Norte Chico, que contrastan con la sequía que tienen a comunidades desde Arica hasta la Patagonia, usando camiones aljibes para ser abastecidas de agua.

Se espera que la encíclica critique fuertemente nuestro sistema económico, que busca un crecimiento ilimitado y que no respeta los límites de la Tierra. La Encíclica probablemente llamará a cambios a nivel económico y personal en este sentido, cuestionando el consumismo, el afán de lucro y el descarte de otros seres. Además, mostrará la crisis climática como un tema de justicia, ya que las comunidades empobrecidas, marginadas y excluidas de nuestra tierra sufren y sufrirán más con esta.

Para nosotros, la Encíclica llega en una coyuntura política importante, protagonizada por  dos hechos relevantes para las negociaciones climáticas. Primero, la reunión intersesional en Bonn (Alemania), que culminó con escasas iniciativas que anticipen algún acuerdo para las esperadas acciones que permitan mantener el clima mundial por debajo de un aumento de 2ºC en la futura COP21. Y, segundo, el compromiso de descarbonizar la economía de los siete países más ricos, por parte del G7.

Por este pobre avance en materia ambiental es que se espera que el lanzamiento de la Encíclica propicie un debate mucho más amplio, fuera de las audiencias tradicionales y así empujar a más Estados para que efectivamente adquieran compromisos tangibles respecto a los problemas “de la casa común”. Pero ¿por qué el gesto de este líder eclesiástico da esperanza de un planeta mejor a la sociedad civil y comunidad internacional?

Primero, porque una Encíclica no expresa una postura técnica o científica, sino que explicita el pensamiento de la Iglesia Católica, que es un pensamiento ético-teológico, que en el pasado ha tenido la fuerza de moldear la sociedad en que vivimos. Hoy eso es menos probable, pero aun así puede ser de gran influencia especialmente en aquellos países en donde el cristianismo es todavía reconocido como la principal fuerza religiosa. Se espera que esta postura pueda abordar las raíces de la crisis en que nos encontramos, ya que se cuestionará sobre la relación del ser humano con la naturaleza, probablemente abordando pasajes bíblicos que ayuden a las comunidades de fe a entender el medioambiente como creación divina, en la que el ser humano es “cuidador”, o “mayordomo”, y no “propietario” de la misma.

Mostrará que la mirada y uso que el ser humano ha hecho de la naturaleza en pos de su crecimiento económico, ha conducido a un dominio destructivo, más que a un cuidado con responsabilidad. En ese sentido, se cree que la Encíclica apuntará a remirar la antropología y teología desarrolladas hasta hoy, propiciando un cambio de paradigma en nuestra relación con el medioambiente, en que nos reconocemos parte de la tierra, porque somos creados desde “Adamah” (tierra) y volveremos a ella: “Porque polvo eres y al polvo volverás” (Gen 3,19).

En segundo lugar, se espera que la encíclica critique fuertemente nuestro sistema económico, que busca un crecimiento ilimitado y que no respeta los límites de la Tierra. La Encíclica probablemente llamará a cambios a nivel económico y personal en este sentido, cuestionando el consumismo, el afán de lucro y el descarte de otros seres. Además, mostrará la crisis climática como un tema de justicia, ya que las comunidades empobrecidas, marginadas y excluidas de nuestra tierra sufren y sufrirán más con esta y también como un tema de responsabilidad y justicia frente a los otros seres vivos y las generaciones venideras.

Ahora, cómo se recibirá por las autoridades eclesiástica y política esta Encíclica, es una interrogante. En Chile, La Conferencia Episcopal no ha dado luces aún sobre esto. Por eso la Coalición Ecuménica por el Cuidado de la Creación, una red de organizaciones religiosas, y la Mesa Ciudadana por el Cambio Climático, una Red de oenegés que se preocupan por el tema, han entregado en conjunto una Declaración Pública el lunes 15 de junio, en que piden a la Conferencia que manifieste su opinión y las acciones previstas con referencia a la Encíclica.

Para nosotros, el hito de la encíclica es una oportunidad para la humanidad, no sólo para miembros de una u otra fe, debido a que además reconoce y se suma al esfuerzo universal para detener los efectos nocivos de la contaminación, a la necesidad de un cambio de paradigma en el crecimiento económico a cualquier costo y la justicia climática. Este es un llamado a todos los que habitamos este planeta.

Por eso, esperamos que la Iglesia no se quede en el mero anuncio y que el cuidado de la creación propuesto, sea rápidamente asumido por los fieles como expresión de su fe. Si no, el Papa tendría razón en su convencimiento de que las personas, cuando les hacemos daño, algunas veces perdonan, pero la naturaleza no.

por SAMUEL LEIVA Y ELY ORREGO