La megasequía que afecta a gran parte del país, pero en particular a la zona centro-norte, es producto de patrones persistentes. La particularidad de ella es que ya se extiende por más de una década, con episodios más impactantes en los años 2011, 2018 y 2019, donde ni el fenómeno de El Niño ha sido capaz de paliar los efectos, comportándose de manera inusual.
Así, esta megasequía genera la amplificación de este duro proceso de cambio climático, incorporando la generación de incendios forestales y minimizando el caudal de los ríos, complicando aún más el escenario.
Hay que recordar que hace un par de años era habitual que durante cada invierno las lluvias se trasladasen hacia el sur del país, sin embargo, el actual calentamiento del Océano Pacífico no está posibilitando el tránsito normal de frentes con precipitaciones. Fenómeno de larga proyección que podría tardar décadas en hacer volver todo a la normalidad y que deja una sola conclusión: la megasequía y el cambio climático llegaron para quedarse.
Ante este escenario tan adverso, no queda más que comenzar a actuar con medidas paliativas y adaptables que constituyan un nuevo marco y pacto social con la naturaleza que nos permita hacer frente a la emergencia agrícola que hoy viven cuatro regiones de Chile y que de seguir así podría, en un futuro cercano, dificultar que las personas puedan acceder al agua.
¿Qué hacer entonces? La clave está en nacionalizar el agua, entendiéndola como un derecho humano, de uso común y colectivo, entregado a perpetuidad a la ciudadanía, tal como lo plantean diversas agrupaciones políticas y sociales que hoy emplazan al Estado.
Porque en la actual crisis que vivimos no podemos esperar. Hay que nacionalizar el agua ahora ya.
Por Felipe Cárcamo, sociólogo.
Fuente: CodexVerde