La marea roja es un tipo de floración algal nociva, potenciada por la sinergia y el cambio climático. A su favor juega la cada vez menor cantidad de agua dulce mundial. Por esto, la reserva de nuestros ríos australes es fundamental para combatirla.
A continuación reproducimos una columna de opinión escrita por Jorge León-Muñoz, doctor en Ciencias Forestales, y José Luis Iriarte, académico del Instituto de Acuicultura de la Universidad Austral de Chile (UACh), y que fue publicada en Revista Qué Pasa:
“Las Floraciones Algales Nocivas (FAN), entre estas la marea roja, son un concepto al que los chilenos nos hemos tenido que acostumbrar, del que hemos tenido que aprender, pero del que aún nos falta mucho para llegar a comprender. Especialmente considerando que nos encontramos en un contexto donde la sinergia entre el cambio climático y el fenómeno de El Niño ha propiciado escenarios particularmente extremos.
Falta llenar ciertos vacíos de información sobre la interacción entre los ecosistemas de agua dulce y el mar, y sobre cómo opera la relación entre los ríos tributarios y el mar interior del sur-austral de Chile, uno de los sistemas de estuarios, fiordos y canales más grandes del planeta.
¿Por qué es importante esta interacción? Porque las FAN son un fenómeno que puede estar siendo influenciado de manera importante por la cada vez menor disponibilidad de agua dulce en el ecosistema. Sin ir mas lejos, recordemos que un evento de FAN (Pseudochattonella sp) de principios de año, responsable de mortalidades cercanas al 12% de los peces dispuestos en balsas-jaula con pérdidas de más 40.000 toneladas de biomasa y pérdidas económicas superiores a los US$800 millones. Sin mencionar el conflicto social generado.
Luego de 15 años de investigación sobre cómo la desembocadura de numerosos y caudalosos ríos, junto con las precipitaciones, impacta en la ecuación de este tipo de eventos, nos atrevemos a plantear que este es un hecho que, como país, no estamos abordando como debiéramos.
Ejemplo de ello es la reciente publicación de un artículo científico donde analizamos información oceanográfica (fitoplancton) del fiordo de Reloncaví y datos diarios de caudal del río Puelo para el período comprendido entre los años 2003 y 2011. En este fiordo (450 m de profundidad máxima), ubicado en las cercanías de la ciudad de Puerto Montt, reportamos cambios en los patrones temporales de las floraciones algales (blooms), siendo cada vez más recurrente la presencia de altos valores de fitoplancton en meses de verano y otoño en los cuales el río Puelo registró caudales inferiores a los promedios históricos. Es decir, las algas proliferaron cuando llegó menos agua dulce.
Para entender esto, imaginemos que el fiordo de Reloncaví es una gran piscina de agua salada, alimentada por tres cañerías de agua dulce de grandes dimensiones, como lo son los ríos Puelo, Petrohué y Cochamó. Cuando llega menos agua dulce, el agua salada sube. Nuestras observaciones en el lugar nos permitieron verificar que esa agua salada que subió también trajo una carga importante de nutrientes, lo que a su vez facilitó el crecimiento de microalgas. Y si a esto sumamos un mayor número de días con ausencia de precipitación, estaríamos hablando de un escenario casi perfecto para el crecimiento del fitoplancton y la posible ocurrencia de floraciones algales nocivas.
El río Puelo es grande. Registra caudales promedio de 650 m3/s entre los años 1944 y 2015. Tan grande es que, si existiera un mecanismo, sería capaz de entregar una botella de agua de un litro a cada chileno cada 30 segundos. Pero no es el único río grande que entrega enormes volúmenes de agua dulce a las costas del sur de Chile. Y, lamentablemente, tampoco es el único río que ha bajado su caudal producto del calentamiento global.
En la zona sur-austral, además de los ríos Puelo, Petrohué y Cochamó, existen otros importantes como el Yelcho con un caudal de 363 m3/s, Palena con 130 m3/s, Cisnes con 240 m3/s, y Aysén con 628 m3/s. Entre todos logran influir significativamente en los patrones temporales del aporte de agua dulce a los estuarios, canales y bahías de esta macrorregión de Chile, la cual comúnmente conocemos como Patagonia Norte.
Hoy, sabemos que el comportamiento del río Puelo sirve para conocer lo que está ocurriendo con los otros ríos de la Patagonia Norte; y que este río ha disminuido fuertemente su caudal. También, tal como informamos en un nuevo estudio en preparación, sabemos que las máximas abundancias de Pseudochattonella sp., reportadas en marzo de 2016 tuvieron lugar en períodos donde el caudal del río Puelo fue extremadamente bajo (marzo 2016 = 175 m3/s vs. marzo 1950-2016 = 360 m3/s), con algunos de los menores registros de las últimas siete décadas y, según reconstrucciones de caudal vía anillos de arboles, posiblemente con algunos de los caudales más bajos de los últimos cuatro siglos (Fuente: Laboratorio de Dendrocronología, UACh).
Por ello, nuestra preocupación radica en que no estamos mirando con suficiente atención a nuestros ríos, y hacemos un llamado a revaluar el potencial que pudiesen tener los registros continuos de caudal como centinelas del impacto del cambio climático, así como también eventos extremos como El Niño sobre el sistema costero de la Patagonia Norte de Chile. Esta información científica, de ser correctamente utilizada, pudiese ayudar a predecir y anticipar períodos propensos a la ocurrencia de eventos oceanográficos anómalos, aspecto que contribuiría a mitigar daños ecológicos y sociales asociados a los fenómenos estudiados”.