No está claro si Albert Einstein lo dijo alguna vez, pero lo cierto es que gran frase es aquella que apunta a que “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. O la otra muy parecida que nos dice que “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”.
Lo cierto es que para no repetir errores ya identificados, necesario es no recurrir a las prácticas que los originan. Dicho así suena bastante fácil, mas la realidad es más compleja que su manifestación verbal. ¿Cómo saber a ciencia cierta qué es lo que produce determinado fenómeno?
Un ejemplo es el cambio climático.
Para muchas personas, incluida la elite que toma decisiones, la señal que nos está dando el planeta se limita solo a que no hay que emitir gases de efecto invernadero. Y bajo tal premisa van articulando acciones con dicho objetivo. Sin embargo otros creemos que aunque hay que avanzar en dispersar menos CO2, metano y otros GEI a la atmósfera, la enseñanza es mucho más profunda: se remite a que como especie hemos hecho las cosas muy mal. Demasiado, al no considerar los impactos reales de nuestra acción en la naturaleza y la integralidad de sus efectos en términos sociales, ambientales y económicos, incluso sin pensar en los seres humanos que vendrán, como bien señala el Informe Brundtland. Si no hemos comprendido esto a cabalidad, la verdad es que no hemos entendido nada y cualquier alternativa de solución al calentamiento global será más de lo mismo.
Ahora pensemos en la leña.
Su consumo masivo en la región de Aysén se arrastra desde los orígenes de la ocupación. En tiempos en que no había otro combustible a mano y el uso de electricidad era inviable, era la principal opción. Por tanto, tiene una arista cultural identitaria y de uso consuetudinario. Y hoy por hoy, debido al alto costo de la electricidad y los combustibles fósiles, muchas personas lo prefieren a otras alternativas. De ahí que también conlleve un ámbito económico, el que se suma a que muchas familias campesinas obtienen parte de sus ingresos mediante la comercialización de leña, lo cual vincula los dos factores antes mencionados: económico/cultural tanto para el productor (ingresos/forma de producción) como para el consumidor (egresos/forma de calefacción).
Sin embargo, el problema de la contaminación atmosférica se encierra en un paradigma más amplio. Se enmarca dentro de la incapacidad de responder de manera armónica al desafío de gestionar los desechos de la combustión dendroenergética. Y esto, el qué hacer con los desechos (material particulado en este caso), se replica en otros ámbitos: contaminación de las aguas por falta de alcantarillado y tratamiento, del suelo, ríos y lagos por basura ante la ausencia de rellenos sanitarios. Y así suma y sigue.
Más aún, bajo una mirada integral, el tratamiento de los desechos es la parte final del problema.
La primera es tener una relación equilibrada con la naturaleza en términos de extracción de recursos naturales, dando a los ecosistemas la posibilidad de seguir cumpliendo sus funciones (y, por extensión, entregar servicios al ser humano) luego de ser intervenidos. En el caso de la leña, por ejemplo, la presión que existe sobre los bosques de Aysén está imposibilitando su capacidad de regeneración.
Es así que el problema de la contaminación en Coyhaique, que es grave, está inserto en un escenario mucho más amplio y que es la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno. Dicho en coloquial, tenemos problemas con lo que sacamos de y con lo que ponemos en los ecosistemas (bosque/atmósfera, en este caso). Y esto se replica en todas las localidades de la región de Aysén con sus distintas especificidades.
A esto se suma que no existe una práctica generalizada en el ahorro y eficiencia en el consumo de productos, su reutilización y reciclaje, y menos aún en considerar las capacidades de carga y la resiliencia de la naturaleza.
Por eso, cualquier alternativa de solución que se entregue a la contaminación atmosférica y otros problemas socioambientales deberá considerar los dos extremos del proceso: uso de los recursos, gestión de los desechos. De otra forma, se tratará de medidas acotadas que si no consideran la mirada integral es muy probable que deriven en otros problemas ambientales, sociales y económicos para la ciudadanía actual y futura.
No entender esto, será seguir haciendo lo mismo pero con otro nombre. Algo así como, dicho en simple, mantener el leitmotiv humano de consumir, consumir, consumir y desechar, desechar, desechar, que el mundo se va a acabar.
El problema es que si seguimos así, nuestro mundo concreto y real efectivamente se va a acabar.