Construir grandes represas o hacer pequeñas intervenciones rurales. Esas son algunas de las estrategias que llevan a polemizar a los expertos sobre cuál es la solución más sustentable.
Aunque una parte no menor de la población mundial aún no tiene acceso al agua potable, todo el globo tiene que trabajar para que el suministro con el que hoy se cuenta pueda mantenerse y mejorarse en el tiempo. Sobre cómo lograr esto aún no existe consenso. Por eso en la última edición de la revista Science aparecen dos trabajos con puntos de vista opuestos que buscan encontrar la solución al problema.
Básicamente, la discusión se desarrolla alrededor de dos tipos de infraestructura necesarias para asegurar el suministro de agua. Aquellas “grises” o tradicionales -entre las que se encuentran las grandes represas-, y las “verdes” que se concentran en medidas a menor escala y que serían más sustentables.
Estas últimas son las que defiende el trabajo encabezado por Margaret A. Palmer, de la Universidad de Maryland, EE.UU. “La infraestructura gris generalmente daña o elimina los procesos biofísicos necesarios para sostener a personas, ecosistemas y hábitat”, dice Palmer. En cambio, las verdes no.
Estas últimas incluyen el manejo de humedales, suelos, ecosistemas forestales y reservas de nieve, lo que no solo permite un buen suministro, sino también regula las inundaciones, controla la erosión y permite almacenar agua para la generación de electricidad y riego.
Aunque no son la panacea, continúa el estudio, generan menos impacto que la infraestructura gris, ya que no desplazan gente, ni destruyen hábitat.
Mike Muller, de la Universidad de Witwatersrand, Sudáfrica, lidera el trabajo opuesto. Si bien reconoce los beneficios de las “verdes”, asegura que la necesidad de suministro de agua -sobre todo para los países en desarrollo- no logrará ser cubierta solo con ese tipo de infraestructura.
Un ejemplo de esto, señala el trabajo, es lo que pasó con el manejo del río Ebro en España con la sequía de 2008. Como anteriormente se había redistribuido parte de su caudal a zonas con escasez, Barcelona terminó importando agua. Mientras que, en el otro extremo, la represa de las Tres Gargantas, en China, aunque cuestionada, protege a millones de inundaciones y permite la producción de electricidad en forma limpia.
Si viviéramos en un mundo ideal, afirma Vladimir Alarcón, académico de la Escuela de Obras Civiles e investigador del Centro de Energía de la Universidad Diego Portales, se podrían implementar ambos tipos de infraestructura, pero ello requeriría una educación cívica increíblemente alta, porque el agua sería más escasa.
“Algunas infraestructuras verdes podrían ser eficientes, pero a escalas rurales muy pequeñas, y en lugares con condiciones especiales”, dice. Precipitaciones considerables y un río con un caudal mínimo permitirían el complemento de ambas infraestructuras. El problema es que con el cambio climático y la sobrepoblación, esos lugares son muy difíciles de encontrar, advierte Alarcón. Mientras que tratar de utilizarlas para suministrar agua a las grandes urbes es algo simplemente imposible.
Fuente: El Mercurio