El economista que estuvo en carrera para llegar a La Moneda con la sustentabilidad como bandera de lucha, dice que se siente interpretado por la última encíclica papal. Que aunque no es religioso, comparte los postulados de que “el sistema de propiedad privada no es sacrosanto”. A su juicio, el sector privado se ha entrometido en todo y debe ser el Estado el encargado de “encontrar la naturaleza como bien público”.
«¿Cuál es su nombre?”, pregunta el barista de la cafetería.
“Roberto”, bromea el ex candidato presidencial.
El joven se apresta a escribir el nombre en el vaso, pero Alfredo Sfeir (67 años), el ecologista de túnicas largas, lo interrumpe: mejor ponme Buda.
Ambos ríen mientras el estudiante recién cae en la cuenta de que está hablando con el economista y líder espiritual –fundador del Instituto Zambuling para la Transformación Humana– que en 2013 sorprendió a todos en la elección presidencial al obtener el 2,5% de las preferencias, más de 150 mil votos. Y que con su programa alternativo arrasó en comunas como Vitacura al lograr un tercer lugar, tras Michelle Bachelet y Evelyn Matthei.
-¿Pensó en algún minuto que podría ser elegido presidente?
-En algún minuto pensé que había un cambio de mentalidad, porque íbamos subiendo…
Sfeir no se arrepiente de su aventura presidencial. Todo lo contrario. Está orgulloso de haber puesto la sustentabilidad en la agenda como un modelo económico viable.
-¿Le gustaría volver a la carga?
– No lo he pensado, no estoy en ese momento…
Sacrosanto
Pese a la calma que irradia, la vida de Alfredo Sfeir es bastante agitada. Mientras camina por un parque una fría mañana de viernes, este vegano cuenta que vive en un campo en Ninhue (VIII Región) y que también tiene un departamento en Santiago. Cuando puede sale a correr. Ha participado en 6 maratones, una adicción que descubrió en su estadía en Estados Unidos –vivió allá más de 20 años– y que le permitió dejar de fumar. Aunque aún tiene un desafío pendiente: “No he podido romper las 3 horas”, admite. A Sfeir le atrae romper paradigmas. Por eso, no descarta volver a correr 42 kilómetros para vencer el cronómetro.
Desde el día en que dejó de ser candidato a la presidencia de Chile, el ex funcionario del Banco Mundial –considerado el primer economista ambiental de la institución, según cuenta– ha dado más de 70 charlas y clases magistrales sobre temas que van desde los dilemas ambientales hasta el manejo de empresas en el sector privado. En el país y en el extranjero. Todas en forma gratuita.
Su última intervención fue en el seminario “El futuro del Agua”, organizado por la empresa sanitaria Essbio en Concepción. En ella, Sfeir planteó que “el problema del agua refleja la sequía ética y moral que vive el país”, que “no tenemos una visión para gestionar los bienes comunes” y que “hay una oportunidad histórica de cambiar el enfoque del agua, tanto a nivel constitucional como de gestión”.
¿Qué es el agua?, preguntó Sfeir a la audiencia. Antes de escuchar las respuestas del público, él mismo respondió: “Para mucha gente el agua es una cosa, un insumo, H2O. Para mí es un ser vivo, porque sin ella no hay vida”, explica e insiste en su idea principal: “El futuro del agua está asegurado. Ella sabe lo que tiene que hacer. Es el de la humanidad el que no está asegurado”.
-¿A qué se refiere cuando dice que la crisis del agua refleja una sequía moral?
-Hay un refrán hindú que dice que lo de afuera es como lo de adentro y viceversa. En esa línea mi sequía, mi contaminación de pensamientos, influye en el medioambiente y la polución externa me afecta. Escribí un libro que se llama Global warming, inner warming, donde planteo que como persona no estoy separado de los elementos como la tierra y el agua. Si estuviera separado, tomaría palco y que alguien arregle el problema por mí. La crisis del agua no se resuelve con su privatización. Creo que este tema demanda un debate nacional. Estoy a favor del cambio del Código de Aguas, de que sea de propiedad de los ciudadanos al igual que todos los recursos naturales y de que el Estado sea un garante de esos derechos.
-Respecto al debate sobre la propiedad privada, hay quienes piensan que abre una puerta a la intromisión excesiva del Estado. ¿Qué piensa al respecto?
-Es la política del péndulo: el sector privado se ha entrometido en todo. Cuando el 90 y tanto por ciento de los derechos de agua están en manos de muy pocas personas, aquí lo que hay que hacer es no perder el sentido común, lograr que tanto el sector privado como el Estado tengan criterio. En el mundo de hoy, estamos moviéndonos cada vez más hacia encontrar la naturaleza como bien público y, por lo tanto, es evidente que tiene que ser el Estado el que vele por eso, el mercado no está hecho para eso. El mercado funciona con dos falacias: crecer primero y limpiar después, o crecer primero y hacer justicia social después.
-¿Comparte el pensamiento del Papa Francisco I en su encíclica del medioambiente…?
-¡El Papa legitima lo que he venido diciendo hace 50 años! Dice que el sistema de propiedad privada no es sacrosanto. Juan XXIII decía lo mismo. Yo no tengo religión, pero es interesante que esperemos que sea el Papa el que valide este asunto. Los derechos privados no significan que yo simplemente cierre la puerta y haga lo que quiero. ¡Eso no puede ser! Colectivamente, no es viable que tú seques un valle. El Papa decide la sustentabilidad para el desarrollo. Ahora, la pregunta es qué es lo que hacemos con su mensaje, ¿cuál es la responsabilidad de cada uno? Cuando era candidato la gente me decía “su programa es excepcional, pero vuelva en 30 años más” o “don Alfredo, usted me va a matar el crecimiento”. A ellos les digo que el crecimiento va a morir igual, porque los ingresos los vas a tener que gastar después en salud.
Crisis de esperanza
-Muchos chilenos votaron por usted en la elección presidencial por representar una alternativa al sistema y se sintieron defraudados cuando apoyó a Bachelet tras su eliminación en primera vuelta ¿Se arrepiente de haberlo hecho?
-Ésa es una conclusión muy simplista. Cuando uno entra en la política tiene que seguir el protocolo, no puedes retirarte e irte para la casa. Me confronté frente a dos opciones políticas y tomé una opción. No me puedo hacer responsable de la administración del gobierno.
-¿Le ha gustado el gobierno de Bachelet?
-Es un gobierno que está en grandes dificultades y pienso que tenemos que ser muy responsables de nuestras opiniones, porque un fracaso mayor es de todos. Debería haber más gestión en muchas cosas, una política comunicacional más entendible para el pueblo, pero ¡las reformas que se están llevando a cabo había que hacerlas! Cuando uno está en la política para servir, no estás anclado en el pensamiento de la crítica, sino que en el terreno de lo propositivo. Yo he propuesto muchas cosas, he dicho lo que me gusta, lo que hay que mejorar, pero estamos siendo arrastrados por escándalos muy complicados…
-¿Cree que esto está recién empezando?
-No tengo una bola de cristal, pero sí me parece –por el lenguaje cauteloso que escucho– que hay mucho más.
-Hablando de la relación entre la política y el dinero, está claro que las empresas siempre han financiado la política…
-Todo el mundo lo sabía, el que dice que no, simplemente vivía en un mundo muy extraño y también es responsable de lo que está pasando. Si tienes un hijo y no lo supervisas, eres responsable de si te quiebra el vidrio de un pelotazo. Me parece que ahora la ciudadanía despertó fuertemente frente a los escándalos políticos que detesto. Ahora, hay que ver cómo se reajusta el GPS para ir en otra dirección. La crisis de confianza es una crisis de esperanza, que fue acelerada por este tema del dinero y la política.
-¿Los liderazgos están en crisis?
-Hay mucha gente que a través de su propio poder no permite que salgamos a flote y eso no significa un perdonazo, por favor no me confundas. ¿Por qué no se resuelve el problema de las AFP o de los profesores? ¿Depende de los partidos políticos, del Gobierno, de una ideología o de algo más? Depende de mucho más: de la ciudadanía. Este país tiene una gracia muy interesante; los chilenos son tremendamente compasivos, pero no toleran no saber la verdad. Estamos todos esperando que la justicia resuelva los escándalos, pero ¿crees que la justicia va a resolver el problema de confianzas? No. En una sociedad de desconfianza como la de ahora, todo suena mal, todo está mal. Claramente, estamos viviendo en una sociedad de derechos pero también de responsabilidades, en donde tiene que haber sanciones.
-Pero algo también pasa con la sociedad chilena que está instalada en la lógica winner, de aprovechar las oportunidades…
-Eso me molesta, es como que si nos saltáramos una valla de esfuerzo al decir “tengo derecho a saltarme un paso”. Eso llegó a su límite. No nos podemos saltar el paso de la concentración de la riqueza, ni el paso de faltarle el respeto a los profesores, de que aquí se gana a cualquier costo ¡No puede ser! Ésa es la gran indignación de la ciudadanía que sale a la calle a decir “Realmente me estoy transformando en antisistémico porque ustedes no me entregan una institucionalidad que me permita ser parte del sistema”.
-¿Usted es partidario de la asamblea constituyente?
-Para mí lo más importante en este momento es que haya un plebiscito sobre la nueva Constitución. Yo quiero una nueva, pero no puedo imponerla. En Chile tiene que haber un debate nacional respecto a la participación ciudadana, porque cuando se habla del tema, la gente levanta las cejas.
-Pero con la votación voluntaria pasó todo lo contrario: hubo menos participación…
-Eso ocurrió porque la gente no se sintió consultada y dice “en este sistema no participo”. Viví en Suiza, un país capitalista, neoliberal que tiene consulta ciudadana permanente. Se preguntan desde si deben votar los extranjeros hasta qué tipo de detergente de ropa se usa. En Chile, en cambio, hablar de consulta es algo que molesta.
“El modelo neoliberal dejó de dar sus servicios”
-Como economista, ¿le preocupa el crecimiento económico del país?
-Me preocupa más la distribución del ingreso. Aumentar puntos de crecimiento para que el beneficio llegue a las mismas manos, no veo para qué crecer más. Naturalmente, desde el punto de vista de las cuentas nacionales, me preocupa porque cada punto del PIB significa –dentro del sistema que existe hoy que no es el que yo promuevo– menos gasto social.
-Cuando uno estudia economía, el modelo neoliberal hace sentido y se aplica en la mayoría de los países del mundo…
-Yo estudié economía mucho antes que tú y se hablaba de otros modelos, como por ejemplo el social cristiano, que era un modelo de responsabilidad social inmensa.
-¿El problema entonces no es el libre mercado en sí, sino lo que se hizo con él?
-El modelo dejó de dar sus servicios como antes porque hoy existe un movimiento natural necesario, con 7 mil y tantos billones de habitantes en el planeta, con toda la congestión que existe en las ciudades. Las cosas tienen un carácter de bien público que este modelo no resuelve. Y no sacas nada con seguir cortándole una puntita y luego otra. La esencia debiera ser una nación sustentable con una ciudad empoderada.
-¿Puede un país tener crecimiento económico y ser sustentable?
-¡Absolutamente! Pero tener un crecimiento que respete el medioambiente demanda de un cambio en la composición de nuestra propia manera de hacer las cosas. La sustentabilidad es un objetivo muy diferente a la eficiencia económica, la que hoy estamos maximizando y separando la competitividad de la función biológica. No podemos tener un aparato productivo que destruye pensando en que alguien lo va a arreglar después. Eso no existe.
-Pero cualquier acción humana tiene un costo… ¿Qué sacrificamos?
-Sacrifiquemos concentración de riqueza. En el verano no tenía agua en mi campo y pasé por un barrio donde había una persona limpiando la vereda con una manguera y le pregunté que por qué estaba haciendo eso. Él me preguntó si pagaba gastos comunes en ese edificio y cuando le dije que no era de aquí, me contestó que entonces no tenía nada que decirle.
-Siempre hay dos caras de la moneda. Por ejemplo en Ñuble, la zona donde tiene su campo, los agricultores están felices con la construcción del embalse de Punilla…
-Estoy en contra de Punilla porque nadie me ha justificado cuál es el costo social con el que se evaluó el proyecto. El hecho de que una persona tenga una necesidad allá abajo, ¿por qué lo tienes que pagar tú?
-¿Pero no es bueno embalsar el agua lluvia para después poder usarla en tiempos de sequía?
-Ahí habría que hacer un análisis más profundo. Hay gente que dice ‘el agua se pierde en el mar’. Eso no existe. Hay una razón por la cual hay un caudal ecológico, las intervenciones tienen que ser muy bien pensadas. Hasta el día de hoy, no he escuchado a ninguna persona que me diga con claridad cuál es el valor social del agua para justificar ese embalse. ¿Cuánto vale en nuestra sociedad que un embalse inunde 2 cementerios mapuches? ¿Cuánto cuesta la tumba del toqui? ¿Cuál es el valor del ADN de árboles nativos de 3 mil años? •••
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Sfeir y la educación
-¿Qué le parece la reforma a la educación? ¿Está de acuerdo con la educación gratuita o tiene sus reparos?
-La reforma educacional tiene muchas dimensiones y un camino crítico. Hoy estamos enfrentando una parte de ese camino, pero nadie puede hacerse el desentendido de que la educación no estaba funcionando. Nadie tampoco puede decir que las reformas se hacen sin principios, los que en este caso son no al lucro, establecer bases nuevas respecto al copago y el tema de la selección. Aquí el tema es si se debería haber empezado por ahí o por otra parte. No estoy en contra de la reforma educacional ni tampoco a favor de todo lo que se está haciendo.
Respecto al lucro, para mí la educación es un derecho básico que Chile ha ratificado –y fue uno de los primeros países en hacerlo– en la Comisión de Derechos Humanos. Para mucha gente que tiene un futuro material asegurado, la educación no constituye un camino de traspaso social, de salida de la pobreza. Ese niño que está en Ninhue debe tener la mejor educación del mundo. Si esa herramienta de movilidad tiene un precio, como ir a comprar palta al supermercado, me hablas de una sociedad que me cambia el derecho por una mercancía y eso lo encuentro intolerable.
-Pero el rico podría pagar por su educación…
-Ésa es una respuesta que se da a otro nivel, en la estructura impositiva del país. En Estados Unidos, las escuelas públicas son financiadas a través del impuesto a la propiedad. Si estás en un barrio mejor, pagas más impuestos. Al tener un sistema de múltiples pagos, estás diluyendo el tema.
-¿Por qué los profesores le temen tanto a la carrera docente?
-Ahí hay dos cosas. Pensar que los profesores no quieren exámenes es ridículo, hoy no hay nadie en su sano juicio que no permita ser evaluado. Creo que hay un problema conceptual respecto de qué constituye una carrera docente y si ella aumenta la calidad de la educación. Veo muchos profesores rurales –y en ese sentido estoy un poco sesgado– que tienen que viajar 3 o 4 horas en bus para llegar a enseñar a un colegio de 5 estudiantes. Siento que la sociedad perdió el respeto por nuestros propios fundamentos educacionales. Puede haber profesores buenos, otros malos. Ése no es el tema. El asunto es que tenemos la responsabilidad de corregirlo en forma humana, preocuparse de cómo vive el profesor, que gane un salario ético. En Alemania, ser profesor es un honor, aquí están endeudados.
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Su alejamiento del partido ecologista verde
En febrero de 2014, dos miembros de su comando denunciaron al Partido Ecologista por presunto fraude electoral. Luego de la polémica generada, Sfeir decidió renunciar.
-¿Le duele haber renunciado al partido?
-No. Me parece normal que haya movilidad política. Es una situación del partido y no quiero volver a eso.
-¿Hubo fraude?
-Hay dos cosas totalmente diferentes. Una es el financiamiento de la campaña y otra el del partido. Como campaña, justificamos los dineros en el Servel. Las boletas cuestionadas tienen que ver con el partido y eso todavía está en manos de la PDI, por lo tanto, no me parece opinar sobre ese tema.
-¿Quiere formar un nuevo movimiento?
-No estoy en eso, no quiero formar movimientos ni partidos políticos.
Fuente: Revista Capital