En muchos países de Europa, los ríos son el alma de la ciudad. Los han reconvertido para hacerlos paseos obligado, han purificado sus aguas para convertir algunos sectores en balnearios. La ciudad los mira de frente y no les da la espalda como si se avergonzaran de ellos.
Por eso resulta desalentador que nuestro río Loa, que cruza el desierto más árido del mundo y que se resiste a morir pese a toda la depredación humana, no llame la atención de nadie para salvarlo, recuperarlo e integrarlo a la ciudad.
Si nos remontamos a cuarenta años, hacia atrás, el río era el paseo obligado de las familias nortinas, allí muchos aprendían a nadar y era un lugar para disfrutar agradablemente.
En la actualidad sus aguas no son aptas para el baño, y en todo su recorrido por la ciudad, carece de zonas agradables para tomar contacto con su ribera, excepto el Parque El Loa, donde también se advierte un cierto descuido.
Sin dudar a equivocarnos, creemos que el sentir de la comunidad loína es recuperar su río, devolverle la vida y poder convertirlo en un atractivo paseo familiar, sin riesgo de contaminarnos y de actos delictuales.
Con los recursos en deuda que tenemos de parte del Estado, no habría nada más atractivo, desde el punto de vista recreativo, que diseñar un proyecto que rescate el río y pueda ser aprovechado por la comunidad.
En esto momento, la realidad es que nuestro río es un basurero y casi una cloaca de los ciudadanos que no tienen la suficiente cultura para respetar nuestro afluente.
Por esta razón, antes de construir el Borde Río, debiéramos primero ir al rescate de sus aguas, regularizar la propiedad de sus terrenos (hoy en tierra de nadie) y posteriormente edificar en sus orillas.
El llamado es a poner mayor preocupación en este río, despreciado y marginado por todos nosotros. Creemos que todavía estamos a tiempo de actuar e integrarlo al desarrollo de nuestra comunidad y poder disfrutarlo plenamente.