Se rie a carcajadas Adolfo Eraso cuando, para abrir fuego, el cronista le lanza un «según lo que usted dice de los hielos, se va a quedar pronto sin trabajo». Este científico español es referencia mundial en el estudio de los glaciares, a los que ha dedicado más de medio siglo, señalando su irreparable declive a causa del calentamiento global. Por esto, por ser su vida un continuo viaje en busca de todos los ríos de hielo del mundo y por su notable aportación al conocimiento de nuestro planeta, la Sociedad Geográfica Española le concede el próximo martes su prestigioso premio nacional.
«No tiene vuelta atrás. Nos hemos pasado de la raya, es algo irreversible«, asegura. Es duro escuchar esto a un científico de su prestigio. Eraso remacha: «no lo digo yo, lo aseguran las medidas que tomamos desde hace años en los glaciares». Según explica, todo lo recoge el calendario glaciar que investigadores como él han establecido hasta un millón de años hacia atrás. Nos lo cuenta. «El hielo de los glaciares se forma de nevadas que se compactan a base de expulsar el aire que contiene en forma de burbujas. Llega un momento en que no se puede compactar más, quedando atrapadas en el hielo unas últimas burbujas. Nosotros las extraemos de Groenlandia y la Antártida, y con su análisis averiguamos cómo era la atmósfera del pasado».
Y según esos análisis, la cantidad de CO2, gas referente del efecto invernadero culpable del calentamiento global, nunca ha estado por encima de las 180 partes por millón en las épocas glaciares, alcanzando 280 partes en los periodos cálidos interglaciares. En ese millón de años nunca se ha movido de este rango. Hasta la segunda mitad del siglo XIX. «Fue un efecto antrópico pues entonces sucedió la Revolución Industrial, sobrepasándose las 280 partes por millón. El año pasado hemos rebasado las 400 partes. Cuatro veces más que las oscilaciones anteriores, que ocurrían a lo largo de decenas de miles de años. Y lo peor es que sigue subiendo», añade.
Es decir, la naturaleza produce CO2, con los volcanes por ejemplo, pero al mismo tiempo la metaboliza gracias a las masas vegetales y a los arrecifes. Efectos contrapuestos, pero naturales. «Nuestra especie solo lo produce, no tenemos ningún mecanismo para contrarrestarlo; ni siquiera para reducir o detener la cantidad de sus emisiones», denuncia este científico.
Veranos entre glaciares
Señala la Sociedad Geográfica Española en el comunicado de los premios que Adolfo Eraso «veranea dos veces al año», a pesar de estar jubilado. Con humor, responde que sí, que realmente es un privilegiado, aunque advierte que sus veraneos son un poco especiales. «Son en el verano boreal y en el verano austral. Como trabajamos en los glaciares de las regiones polares, debo desplazarme allí a recoger los datos de las ocho estaciones monitorizadas que tenemos. Estamos en tiendas de campaña, en mitad de un glaciar a 79º Norte, en las Svalbarg, por ejemplo, un lugar donde la única compañía que puedes esperar es la de un oso polar que venga a zamparte». Aunque de inmediato Eraso reconoce que hace años que no ve ninguno, confinado el gran cazador ártico a regiones más septentrionales por la retirada de la banquisa que provoca el calentamiento.
Los próximos años que cumpla Eraso serán 80. Peregrino de los glaciares, lo celebrará en la cuenca de los Urales, lugar en el que estará de expedición un par de meses. Mientras llega ese momento, continúa con sus clases en la Universidad Politécnica de Madrid, donde en votación secreta, los alumnos le han aclamado con uno de los mejores docentes. La pregunta se hace inevitable: ¿Qué opinión le merece las jubilaciones masivas anticipadas a los cincuenta y pocos años?
«Me da lástima de esas personas. Con todos mis respetos, pero me da lástima. Es un contrasentido que estando en plenas facultades físicas, intelectuales y laborales se añore la jubilación. Yo no me considero nada especial, físicamente hablando, y pienso que puedo seguir mucho tiempo con mi trabajo. Por la sencilla razón de que nunca he dejado de hacerlo. No hay mayor misterio. Es un desperdicio personal y social insostenible», señala y, ya en broma, añade «tal vez sea porque de los tres grandes conservantes que existen, frío, alcohol y formol, yo utilizo dos de ellos: el hielo de los glaciares y el vino de la Rioja».
El ‘Indiana Jones’ de los hielos
Al contrario que el común de los mortales, quien considera a los glaciares un lugar muy peligroso que se te puede derrumbar encima o donde puedes ‘despanzurrarte’ al caer en una grieta sin fondo, cuando Adolfo Eraso habla de estos hielos parece que habla de un buen amigo. «El interior de un glaciar es confortable y te enseña la evolución de la Tierra«. Por estar allí no duda en colgarse de una cuerda clavada en la nieve, para bajar al fondo de una oscura grieta de hielo o resistir una semana los infernales vientos catabátivos en su frágil campamento antártico.
Son cosas que hace de manera cotidiana y, asegura, lo que más le gusta del mundo. Por eso, a veces, le llaman el Indiana Jones de los hielos. «Bueno, me lo dicen por ese romanticismo que destila la mezcla de ciencia y las expediciones a lugares lejanos, pero no me molesta», asegura este hombre que solo a glaciares ha realizado un centenar de expediciones. «He ido a muchos otros sitios, también a practicar la espeleología». Por este deporte, su favorito, descendió colgado del vacío en Naré, cueva de Papúa Nueva Guinea con una caída de más de 400 metros verticales, en cuyo fondo bramaban ríos tumultuosos de enorme caudal. «Un lugar absolutamente increíble, uno de mis favoritos, aunque el paisaje del hielo es el que más me atrae», aclara.
«Yo tengo una cosa y es que desde niño he sabido lo que he querido hacer. En mi vida laboral, siempre que he cambiado de trabajo ha sido para ganar menos», cuenta sin pudor este científico de talla universal que vive en una pequeña habitación alquilada. «La verdad es que estando fuera seis meses al año, para qué quiero una casa», se justifica, al tiempo que señala «eso sí, tengo un buen despacho. Y estoy contento pues todo ha sido para hacer lo que más me gusta. Este tal vez sea mi único secreto», concluye.